Andorra, uno de los estados más pequeños y más
antiguos de Europa por obra y gracia, cuenta la leyenda, del mismo Carlomagno, ha sido
percibido a lo largo de la historia como un auténtico santuario lingüístico
para muchos de los que viven al otro lado de la frontera. Durante los oscuros
años del franquismo, en que la cultura catalana fue durante largo tiempo
proscrita, cuando no considerada una pintoresca
peculiaridad folclórica de algunas regiones españolas, Andorra
representaba el único territorio en el que la "llengua del cor" podía
ser hablada sin miedo a represión alguna (Eso sin tener en cuenta zonas como
el Rosellón o Alguer donde el
catalán, reconozcámoslo, era ya por entonces una autentica rara avis).
Asimismo, a partir de la reinstauración de la democracia en España, el país
pirenaico ha sido para muchos catalanistas el modelo anhelado que para Cataluña
quisieran y que supondría, según su perecer, la panacea y la solución a todos
los males que acechan hoy en día a la lengua catalana. Para el común de los
mortales de las contradas ibéricas, sin embargo, Andorra no es más que ese
"nano país" que siempre vota a España en Eurovisión y
al que se va a esquiar y a comprar tabaco y azúcar en cantidades industriales.
Hasta la ratificación de la Constitución de 1993, la situación política, económica y jurídica del país era harto anacrónica, ya que se regía aún en pleno siglo XX por leyes de corte más bien feudal; ello sin tener en cuenta algún que otro capítulo revolucionario en la historia contemporánea del país, como el del corto reinado en julio de 1934 de Boris I de Andorra, un visionario ruso que consiguió convencer a los andorranos para hacer del principado un moderno paraíso fiscal bajo su regencia. La experiencia resultó fallida cuando a los pocos días, el Arzobispo de la Seo de Urgel, en calidad de copríncipe, se personó en Andorra la Vieja acompañado de guardias civiles que tomaron preso al "monarca" para juzgarlo posteriormente en España. Todo, si fa no fa, muy propio de una película de Berlanga.
Hasta la ratificación de la Constitución de 1993, la situación política, económica y jurídica del país era harto anacrónica, ya que se regía aún en pleno siglo XX por leyes de corte más bien feudal; ello sin tener en cuenta algún que otro capítulo revolucionario en la historia contemporánea del país, como el del corto reinado en julio de 1934 de Boris I de Andorra, un visionario ruso que consiguió convencer a los andorranos para hacer del principado un moderno paraíso fiscal bajo su regencia. La experiencia resultó fallida cuando a los pocos días, el Arzobispo de la Seo de Urgel, en calidad de copríncipe, se personó en Andorra la Vieja acompañado de guardias civiles que tomaron preso al "monarca" para juzgarlo posteriormente en España. Todo, si fa no fa, muy propio de una película de Berlanga.
Casa de la vall, sede del parlamento andorrano |
La
situación sociolingüística andorrana dista mucho del monolingüismo oficial,
asemejándose más a las realidades de países cercanos como Suiza en lo que al
multilingüismo se refiere, o a la del también microestado de Mónaco en lo
concerniente a la situación de minoría de la población "autóctona".
Según el último estudio llevado a cabo en 2009 por el gobierno andorrano mediante el CRES (Centre de Recerca Sociològica) de cara a arrojar un poco de luz sobre los hábitos lingüísticos de los ciudadanos
del principado, el catalán es la lengua materna del 28,9%, siendo el
castellano la lengua más hablada con un 43,9% de la población que lo tiene como
primer idioma. El francés es la lengua del 10,5% de los andorranos, mientras
que el portugués lo es del 17,9%. Si se comparan estos datos con los del
estudio publicado en 1995, se observa que el porcentaje de hablantes de catalán
ha disminuido sensiblemente de un 42,7% a la cifra actual, mientras que el
castellano gana hablantes pasando de un 34,6% en 1995 al 43,9% en
2009. Asimismo, conviene destacar que a pesar de ser la lengua del 28,9%,
el catalán es considerado la lengua de identificación del 38,1% de los
andorranos. Mención aparte merece el portugués, que ha superado ya al
francés como tercer idioma más hablado en Andorra y cuyas perspectivas prevén
que siga creciendo, debido principalmente a altos flujos de
inmigración lusófona hacia el país pirenaico. ¿Y es que qué visitante de
compras por Andorra no ha tenido nunca la sensación de encontrarse en la misma
Rua Augusta de Lisboa en lugar de la Avinguda Carlemany de Escaldes?
En el siguiente gráfico facilitado por el Servei de Política Lingüística del gobierno andorrano se observa como desde 1995 el porcentaje de hablantes de catalán como idioma materno ha ido descendiendo de manera paulatina, mientras que el castellano y el portugués suben. El francés, por su parte. se mantiene estable en torno al 10%.
En el siguiente gráfico facilitado por el Servei de Política Lingüística del gobierno andorrano se observa como desde 1995 el porcentaje de hablantes de catalán como idioma materno ha ido descendiendo de manera paulatina, mientras que el castellano y el portugués suben. El francés, por su parte. se mantiene estable en torno al 10%.
Los estudios sociolingüísticos llevados a cabo por el
CRES constatan que la nacionalidad del
individuo es un gran condicionante del idioma materno. En este sentido, de los
ciudadanos estrictamente "autóctonos" (es decir, aquellos cuya
nacionalidad es la andorrana y que hoy en día suponen un 30,1% del censo), un 59%
tiene el catalán como idioma materno, mientras que la lengua del 41% restante
de ciudadanos de nacionalidad andorrana es el castellano (muchos de ellos, de
origen español). En el caso de los ciudadanos de nacionalidad española
residentes en Andorra (un 36,7% de la población del país), los porcentajes
son de un 70% para el castellano, un 27% para el catalán y un 3% para el
gallego. En este grupo también es determinante la procedencia geográfica del
hablante, puesto que los hablantes de catalán y gallego suelen ser oriundos de
Cataluña y Galicia, respectivamente. En lo que a hábitos lingüísticos se refiere,
sucintamente se puede apreciar que las dos principales lenguas del país en lo
que se refiere a número de hablantes, catalán y castellano, ostentan diferentes
usos según la situación en cuestión. La primera predomina en los organismos
oficiales y en el mundo laboral, mientras que la segunda prima en la
hostelería, el comercio, los medios de comunicación y el ocio. Ante tales circunstancias, no cabe más que afirmar que
la situación oficial no es un reflejo de la oficiosa. Por este motivo, las
autoridades andorranas han intentado en los últimos años mediante leyes y
campañas varias reforzar la presencia del catalán en el día a día de Andorra,
conscientes de que el porvenir de la lengua en el futuro pueda ser similar al
del romanche en Suiza. Asimismo, no sería inusitado que dentro de unos años se
replantee en el pequeño país la posibilidad de emular en ciertos aspectos
jurídico-lingüísticos a la Confederación Helvética y tomar medidas encaminadas
hacia el reconocimiento oficial del multilingüismo andorrano.
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