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Tras las medidas de aperturismo prometidas por Gorbachov, el soviet local adoptó medidas en 1990 a favor del reconocimiento del bielorruso como primera lengua oficial del país, lo que supuso uno de los primeros pasos hacia la incipiente independencia de Bielorrusia. Este proceso de "bielorrusificación" hizo peligrar el papel hegemónico que hasta entonces había ostentado la lengua rusa entre la sociedad local. Así, la constitución de 1994 preveía la oficialidad del bielorruso, mientras que el ruso quedaba relegado a "lengua de las relaciones interétnicas". No obstante, estas reformas se vieron interrumpidas de manera brusca a raíz del referéndum de 1995, en base al cual la reforma constitucional de 1996 declaró la cooficialidad de ambos idiomas y afianzó la propenderancia del ruso en la sociedad y en la vida institucional del país. Desde entonces, es tal la situación de indefensión a la que ha quedado relegada la lengua bielorrusa, que en relación a dicha circunstancia, Albert Branchadell, sociolingüista y profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la UAB, declaró hace unos meses en una entrevista a propósito de la situación actual del catalán que "el bielorruso en la Bielorrusia independiente, en casi todos los sentidos, se encuentra peor que el catalán en la España de las autonomías". Los números parecen darle la razón, puesto que, según el último censo oficial, la población está formada por un 81,2% de bielorrusos y un 11,4% de rusos, además de otros grupos minoritarios como polacos, lituanos, ucranianos o judíos. Sin embargo, de acuerdo a este mismo censo, tan sólo el 38% del total de la población tendría el bielorruso como idioma materno, mientras que la mayoría se expresaría comúnmente en ruso, entre ellos, el 80% de los habitantes de etnia bielorrusa. La persecución y prohibición sistemáticas del bielorruso por parte de los distintos poderes a lo largo de los siglos y el estigma general que acarrea históricamente como idioma rústico y familiar parecen haber hecho mella en la salud de esta lengua eslava.
De este modo, los datos mencionados, que no son más que un reflejo de la política del regimen de Lukashenko, favorable a una integración económica, política y cultural con Rusia cada vez más estrecha, contrastan con los de los observadores independientes, según los cuales el bielorruso sería el idioma materno del 60% de la población. Es necesario indicar, de todas maneras, que el nivel de influencia recíproca entre ambos idiomas es tal que se antoja difícil poder calcular el nivel de competencia de los habitantes en cada lengua: el hibridismo lingüístico (trasyanka) entre ruso y bielorruso es algo común en el día a día del país, al igual que sucede en la vecina Ucrania con el ruso y el ucraniano.
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