La última vez que España (o más bien TVE) consiguió entrar en el TOP10 de Eurovisión fue en 2014 con el décimo puesto conseguido por Ruth Lorenzo, puesto que también había repetido dos años antes Pastora Soler en Bakú (Azerbaiyán). Para rememorar un TOP5 por parte de algún representante español, es necesario remontarse hasta nada más y nada menos que 1995, cuando la mítica (y olvidada) Anabel Conde se alzó con un segundo puesto. En total, entre ese año y el que nos ocupa (es decir, 24 años), TVE ha conseguido estar entre los 10 primeros clasificados del certamen musical europeo en tan solo 8 ocasiones: 1995, 1997, 2001, 2002, 2003, 2004, 2012 y 2014.
Es obvio que, más allá de las típicas excusas de que en Eurovisión todo es política, algo no se está haciendo bien por parte de TVE. Son muchos los eurofans que llevan años señalando a quien tachan de la máxima culpable de la deshonra española en Eurovisión. Se trata ni más ni menos que de Toñi Prieto, la responsable de entretenimiento de la cadena pública y, a la postre, la encargada última de sentar las bases para la selección del representante y el tema españoles para el concurso musical. Lo cierto es que el currículum de la susodicha, en lo que al festival respecta, cuenta con más sombras que luces y que, si por algo es conocida entre los seguidores españoles de Eurovisión, es por su nula capacidad de autocrítica a la hora de evaluar los pésimos resultados y por escurrir siempre el bulto. Visto lo visto, quizás sería hora de confiar la tarea eurovisiva a algún talento más actualizado dentro de la plantilla de TVE y dejar a Prieto, que lleva en el ente público desde 1977, para otros menesteres. El festival ha cambiado muchísimo en los últimos 15 años. Obviamente hoy en día Eurovisión se halla más cerca de superproducciones televisivas de la talla de los premios MTV que de las trasnochadas galas de Jose Luis Moreno, de quien Toñi es precisamente íntima amiga y principal valedora. Sea como fuere, la actual responsable de entretenimiento de TVE ha demostrado con creces no haber entendido el progresivo pero no menos drástico cambio de Eurovisión en los últimos lustros, por lo que su desvinculación del mismo podría resultar un revulsivo de cara a mejores resultados.
Por otra parte, nos encontramos ante la preocupante devaluación de la marca Eurovisión entre los artistas españoles. Mientras que el festival aún cuenta con el favor del público (a los índices de audiencia me remito), la mayoría de cantantes profesionales españoles descarta cualquier tipo de participación en el certamen musical por considerarlo más una desgracia que una ventaja en su carrera. Es más, son muchos los que se refieren al concurso musical con sorna e incluso desprecio. Lejos quedan los tiempo de Pasaporte a Dublín, la mítica preselección eurovisiva que TVE organizó en 1970 y que contaba entre sus filas con candidatos de la talla de Nino Bravo, Rocío Jurado, Karina o Junior. Algo similar, pero acorde a los tiempos que corren, sería hoy por hoy del todo impensable en España. Una vez más, TVE vuelve a ser la culpable por no cuidar un producto tan preciado como Eurovisión por el que cualquiera de las cadenas privadas de nuestro país mataría.
Mientras que en otros países el Melodifestivalen o el mismísimo Festival de Sanremo son las preselecciones nacionales de Suecia e Italia respectivamente, en España nos tenemos que conformar con galas noventeras más bien propias de Noche de Fiesta, copadas de cantantes venidos a menos o totalmente desconocidos, o tirar del concursante del talent show de turno que aún no cuenta con las tablas suficientes como para subirse a un escenario como el de Eurovisión ante al menos 200 millones de espectadores. Así las cosas, lo más sensato sería que por ahora TVE volviera a optar por una preselección interna (conocida informalmente como "dedazo") en la que se eligiera a algún cantante o grupo con una trayectoria medianamente conocida y estable. Eso sí, sería primordial que el artista y la canción se escogieran de manera conjunta y no por separado, tal y como históricamente ha ocurrido con Operación Triunfo, lo que ha dado lugar a casos como el de Beth en 2003, a quien no le gustaba Dime, o más recientemente el de María Villar que, además de aborrecer Eurovisión, tampoco era muy fan del tema que se le asignó, Muérdeme.
En cuanto al idioma, se ha demostrado que cantar en inglés no es siempre sinónimo de éxito. O si no, que se lo pregunten a Barei... Soy de la opinión de que un tema puede ganar u obtener un buen puesto, independientemente del idioma en el que se cante. La cuestión es que guste tanto al jurado como al público. La victoria de Salvador Sobral en 2017 con Amar pelos dois o el impecable palmarés de Italia desde su retorno en 2011 cantando (por lo general) íntegramente en italiano son prueba de ello.
ARTÍCULOS RELACIONADOS:
- Eurovisión 2019: ¿cuánto influye la política en las votaciones?
- Eurovisión, TVE y el Spanglish
- Eurovisión y las lenguas cooficiales
- El Sueño de Morfeo, 0 points... en gramática
- El multilingüismo en la antigua Yugoslavia
- Andorra ¿santuario del catalán?
- Multilingüismo eurovisivo
- Bélgica: Ceci n'est pas un pays
Comentarios
Publicar un comentario